Tengo que reconocer que mi marido ha sido un apoyo fundamental en mi vida y mi emprendimiento. Creo que él tiene en mí una fe que me falta. Muchas veces hice cosas porque él creía en mí más que yo misma.
Agustina a pesar de tu juventud has recorrido un largo camino. De Salta a Buenos Aires, luego Oxford y nuevamente Buenos Aires ¿Cómo nace la idea de vivir en lugares tan distintos?
Nací en Salta y viví en el campo toda mi infancia y adolescencia. Pero cuando terminé el colegio secundario quería estudiar diseño gráfico y la carrera estaba en Buenos Aires. Entonces, con 17 años viajé a esta ciudad y ese fue un cambio enorme.
Siendo tan joven ¿Cómo definiste una profesión que te llevaba a estudiar tan lejos?
A mí me mueve la curiosidad. Cuando algo me genera curiosidad necesito entender cómo funciona. Siendo chica veía las publicidades, las revistas, los libros y yo me preguntaba ¿quién toma las decisiones? ¿quién decide que esta tipografía va a ir en este tamaño, con este color, acompañada de esta foto?. Yo siempre pensé que el diseño gráfico era una gran herramienta. Quizás a mi corta edad no tenía en claro que quería ser una diseñadora gráfica pero creía que tener a mano esa herramienta que te da la capacidad para decidir cómo se ponen palabras e imágenes, texto y contenido, color y forma, era lo que necesitaba para que pudiera comunicar algo.
Terminaste la carrera en la UBA en 2010 ¿cómo surge el viaje a Oxford?
Llevaba 6 años de novia y se acercaba el momento de rendir el último examen de la carrera. Tenía que definir qué iba a hacer, si quedarme en Buenos Aires o volver a Salta. En ese momento mi novio Rodrigo de una manera natural me planteó “si tenemos ganas de estar juntos y tenemos cosas para hacer ¿Por qué no nos casamos?”. Entonces, me recibí, nos casamos y cuando volvimos de la luna de miel me enteré que estaba embarazada de mi primer hijo.
En ese momento nos preguntamos qué nos quedaba por hacer antes de tener un hijo y él planteó que quería hacer un Máster y yo, que tenía ganas de vivir en otro país. Buscamos un máster que tuviera un año de duración y lo encontramos en Oxford, un lugar que me daba curiosidad. Conseguimos dos becas, organicé mi trabajo que era freelance y fuimos. Nos acabábamos de casar y no teníamos nada. Las becas las destinamos a comprar pañales y libros. Y Oxford fue el comienzo de algo nuevo para mí.
¿Cómo fueron esos años en Oxford?
Al llegar a Oxford me encontré con cosas que solo había visto en libros. Fue como vivir un año dentro de una burbuja. Dentro del área que me interesaba, la caligrafía, había libros, materiales y podía comprar plumas para practicar. De esa manera dediqué ese año de mi beca a hacer letras, a ensayar y a equivocarme. Porque aprender también se trata de equivocarse. Y así fui descubriendo por dónde quería ir.
Aprendí a entrenar el ojo mirando y analizando las letras que están bien hechas. Tome la caligrafía inglesa que me gustaba mucho y ensayé mi propia caligrafía. Muchas veces me salieron mal las letras hasta que alcancé un punto intermedio entre lo que está bien y lo que tiene una parte imperfecta de mí. Porque yo encuentro que hay belleza en lo imperfecto.
¿Por qué elegiste la caligrafía como profesión?
La caligrafía es una disciplina superformal que la practican peritos calígrafos, pero no era eso lo que pretendía para mí. Yo no quería ser perito calígrafo sino que quería utilizar las letras como un método de expresión. Quería aprender la técnica suficiente para agregarle a eso mi expresividad. Porque muchas veces sucede que cuando uno se pone muy técnico, no queda lugar para la expresión.
¿Qué te esperaba al volver a Argentina?
Cuando volví a Argentina me incomodó el trabajo de diseñadora gráfica que venía haciendo. Identidad, branding, páginas webs, todo eso lo sabía hacer y me daba plata. Pero quería hacer otra cosa, por lo que me propuse fusionar lo que me gustaba de mi profesión y con la posibilidad de ofrecer un servicio. De a poco les fui ofreciendo a mis clientes una opción con tipografía hecha a mano. Nadie lo pedía, pero esa propuesta era para abrir mi abanico de ofertas. Elegir una tipografía de la computadora es algo mucho más sencillo, pero yo quería hacer mis letras.
¿Cómo llega la decisión de convertir tus letras en un emprendimiento?
Tengo que reconocer que mi marido es un apoyo fundamental. Creo que él tiene en mí una fe que me falta. Muchas veces hice cosas porque él creía en mí más que yo misma. Sentir que alguien confía en vos de esa manera, te da un gran impulso.
Yo siempre trabajé en casa con la computadora. Mis nuevos objetivos demandaban un espacio y dinero para desarrollar el emprendimiento. Entonces mi marido me propone destinar, durante tres meses, algunos recursos e ingresos para instalarme en un lugar y probar si en ese tiempo el emprendimiento podía funcionar. Ese límite de tiempo era un desafío.
Si bien 3 meses era muy poco tiempo para desarrollar un emprendimiento, yo di todo de mí para que funcionara. Fueron meses de mucho nerviosismo. Era la primera vez que trabajaba fuera de casa y que dejaba a mis hijos a cargo de otra persona; además, utilizaba recursos de la familia pero por otro lado no tenía garantizado que yo pudiera aportar ingresos.
¿Cómo resultó esa experiencia?
Los tres meses se convirtieron en dos años en los que logré incorporar mis letras a mis trabajos de Identidad y así generar ingresos. Mi proyecto se convirtió en una empresa de servicio con muy buenos resultados. Sin embargo, nuevamente comencé a sentirme incómoda con el rumbo que estaba tomando. Y a medida que tenía una ganancia extra comencé a elaborar distintos productos que dieron lugar al siguiente emprendimiento que se llamó Trazo y Cía.
Aunque era muy feliz, estaba viviendo en Argentina cuyas políticas económicas cambian de un día para otro. Al usar materiales importados, manufacturados, todo se volvió muy caro y dejó de ser rentable, lo que nos llevó a dejar de producir mis artículos.
Decidir cerrar mi emprendimiento fue mi mayor duelo. Fue una decisión difícil y me sentí frustrada. No podía ver en perspectiva lo que había pasado. Al principio me enojé conmigo misma porque me cuestionaba cómo me había lanzado a hacer esto con tan pocas herramientas y hoy, al ver todo el panorama completo, me doy cuenta que gracias a Dios lo hice. Porque a veces, ser ignorantes es una bendición. Si supiéramos toda la verdad de cómo resultarán las cosas seguramente nos achicaríamos y no lo haríamos.
¿Cómo superaste el sentimiento de fracaso para seguir adelante?
Y cuando algo muere, también algo nace. Gestioné el fracaso volviendo al punto de partida. Entonces, el punto de partida es tener libertad de crear cuándo quiero y cómo quiero. Entendí para dónde quiero ir y desde entonces cuido mucho la conexión que existe entre los negocios con la creatividad.
¿Qué les dirías a quienes están pensando en emprender en este momento tan difícil?
Les diría que siempre es un gran momento para emprender. Existen herramientas al alcance de las manos para poder capacitarnos y mucha información para inspirarnos. Para emprender es necesario apagar el ruido exterior, confiar en nosotros y entender nuestras limitaciones para poder capacitarnos en eso.
Agustina Patrón Uriburu
Creadora de “Agus Patrón” emprendimiento de diseño y caligrafía.
•Entrevista realizada por Alejandra Peñalva, en noviembre del 2020 en el ciclo de entrevistas “Emociones”. La entrevista completa la pueden encontrar en wexwe emprendedoras en YouTube.